En Pichincha es imperdible la biodiversidad del noroccidente
Nada mejor que la naturaleza, la socialización en espacios abiertos y la diversión, después de los peores meses de una pandemia que implica encierro y estrés. El noroccidente de Pichincha tiene todo para este plan.
¿Cómo no insertarse en una de las reservas de la biósfera del mundo? El Chocó Andino, que se extiende desde el noroccidente de Quito hasta Puerto Quito, permite vivir cuatro pisos climáticos: desde el frío de los 4 000 m de altura hasta la calidez de los 200 m.
Eso hace de la región un destino turístico ideal, con variedad de ríos, cascadas, especies animales; y con una gastronomía que combina elementos de la Sierra y la Costa. Así lo indica Rodrigo Rangles, expresidente de la Cámara de Turismo del Chocó Andino.
Al filo de un peñón sobre el afluente, desde Mirador Río Blanco hay una vista panorámica de alrededor de 5 kilómetros. Está en la entrada de San Miguel de Los Bancos y tiene acceso a un bosque para la observación de aves.
Lo que se destaca es su oferta gastronómica, dice el representante, Patricio Espinel. Esta tiene una fusión de frutas de la zona. Por ejemplo, entre las opciones están: cerdo a la canela, en maracuyá o piña-coco; pollo al mango y otros.
Eso se complementa con lo disponible en las inmediaciones. A cinco minutos está la Cascada del Amor y a tres kilómetros, la ecorruta Milpe, con más de 400 especies de aves. También es zona de aventureros. Se puede hacer senderismo, bicicleta, ‘trekking’ e incluso actividades más arriesgadas como el ‘canyoning’ y el ‘tubing’.
El museo de sitio Tulipe, en Nanegalito, es un centro arqueológico que representa a los Yumbos.
Parte de la biodiversidad del noroccidente son sus frutas exóticas. También se destacan artesanías de tagua y arqueología. Hay más de 1 000 sitios de valor arqueológico en el Chocó, señala Rangles.
