Una ruta histórica al sur de Quito acoge a los ciclistas 

Una ruta de más de 80 años conserva la historia de las primeras conexiones entre Quito y la Costa. Hoy ofrece deportes, cascadas, aire puro, gastronomía, aventura de montaña y vértigo.

El sol ha sido el principal acompañante en estas rutas. En esta ocasión, como en los últimos siete días, el panorama ha cambiado por la lluvia y el frío, para darle otros colores a esta historia.  

Son las 07:00 y los locales comerciales en las calles del Parque Central de Chillogallo abren sus puertas. Huele a lluvia y también a pan recién salido del horno.   

La sensación térmica desciende a medida que se avanza en la vía Quito-Chiriboga. La primera comunidad, San Juan de Chillogallo, es el punto más alto: a 3 500 metros sobre el nivel del mar, en las faldas del cerro Atacazo. A partir de aquí varían los nombres, los rostros, los olores, la altitud y el clima.  

La ruta de montaña  

Chiriboga es el recinto limítrofe entre la parroquia de Lloa, en la provincia de Pichincha, y la de Alluriquín, en Santo Domingo de los Tsáchilas. El camino que lo conecta con ambas provincias se inau­guró en 1942. En ese entonces partía desde la avenida 24 de Mayo, en el Centro Histórico de Quito. Esta fue la primera ruta que unió a la capital con el Litoral.   

Hoy es una vía lastrada de segundo orden, marcada por un turismo de ciclismo de montaña. El trayecto desde el centro de Chillogallo hasta esta comunidad es de 38,5 kilómetros de naturaleza; hay piscinas de truchas, más de 30 cascadas, dos estaciones de bombeo de gas y petróleo. Además, hay cinco pequeños caseríos que transitan de la vegetación del páramo al subtrópico: San Juan, El Alisal, Otongorito, Guarumal y Chiriboga. 

Naturaleza y vértigo  

El descenso a la Costa, por las laderas de la Cordillera Occidental de los Andes ecuatorianos, es una experiencia para vivirla bajo cualquier clima. Es otra de las rutas que conducen a conocer el Chocó Andino. Esta es el área natural que bordea a la ciudad en todo su lado oeste, de San José de Minas (en el extremo norte) a Lloa (en el sur).   

En el trayecto es fácil encontrar cascadas provenientes de las vertientes del Atacazo. El lugar es ideal para absorber buena energía y para el baño de un mirlo de agua, una de las especies de aves de la zona. Basta con pararse frente a una de las cascadas, extender los brazos y con las palmas abiertas recibir su fuerza y vitalidad en las miles de gotas que salpican.   

Esta es una época del año en la que la neblina guarda los secretos de este bosque, que ha recibido a comerciantes, ciclistas, viajantes, refugiados y hasta actores de Hollywood, a lo largo de sus 81 años de existencia. Su basta vegetación y estrecha carretera al borde del abismo (de más de 135 metros de profundidad) le han hecho acreedora de historias trágicas y de visitas curiosas.  

En el año 2000, en las estribaciones de estas montañas, se desarrolló el rodaje de la película ‘Proof of Life’, protagonizada por Meg Ryan y Russell Crowe. En una de las escenas de acción de este filme, una camioneta cayó al precipicio con seis ocupantes, uno de ellos el actor Will Gaffney, el único fallecido. Un error en la dirección del vehículo al tomar una curva fue la causa del siniestro, según el relato que el chofer dio a los medios en aquellos años.   

La voz de las comunidades  

De estas y de muchas otras historias están llenos los pocos caseríos que han intentado ser resilientes. Una vez inaugurada la vía Alóag-Santo Domingo, la actividad y el comercio abandonaron la zona, al igual que la atención de las autoridades, según los residentes que quedaron en este camino.  

Si bien forman parte de la reserva del Chocó Andino y del Distrito Metropolitano de Quito, el apoyo en rutas de turismo comunitario, científico, de naturaleza e histórico no existe, al contrario de lo que ocurre en el lado del noroccidente, señala Ramiro Albuja, guía turístico del sector.   

A pesar del abandono y de la soledad, los rostros de sus habitantes esperan sonrientes para mostrar toda su riqueza natural, trabajo y gastronomía a los turistas.  

Es una ruta sobre la que no se puede contar sin su voz, entre proyectos de huertos encabezados por dos hermanos jubilados que intercambian plantas de cebolla, jícama y menta; un doctor en biología que cuida la reproducción y crecimiento de casi 60 000 truchas; trabajadores de un centro de acopio que supervisan la calidad de la producción de leche; moradores de Otongorito afectados por el deslave de un pequeño río; dos hermanas de alrededor de 70 años que cuidan la vegetación y sembríos de sus empinados predios; y una pareja de adultos mayores que posee un restaurante, en el que preparan trucha con hojas de guaviduca, una planta del sector.  

Al final, este recorrido ha descendido a 1 800 metros sobre el nivel del mar y deja la adrenalina, los abrazos y las historias al viajero. 

TIPS 

COSTOS
En Otongorito se pueden encontrar platos de trucha frita con sus acompañantes desde USD 3. 
CLIMA
Ropa cómoda, buff, guantes, chaqueta impermeable, bomba de aire, casco e hidratación.
QUÉ LLEVAR
En lo más alto de la ruta la temperatura es de 6°C, mientras que en la planicie sube a 16°C.
EL DATO
El trayecto en bicicleta dura cuatro horas. Hay un solo bus en la zona y con horarios especiales. 

UBICACIÓN

Recinto Chiriboga

San Juan de Chillogallo

Central de Chillogallo

VIDEO

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