Llegar a San Miguel de Nono toma 30 minutos desde la avenida Occidental. El viaje se emprende colina arriba, para atravesar Mena del Hierro, Ranchos Alto y Bajo, Rumipamba y Balcón Suizo.
Los moradores de estos barrios empiezan muy temprano sus actividades usuales de un día laboral. Ya avanzados en el camino, las casas aparecen de manera más esporádica. El humo del horno de una pequeña fábrica artesanal de ladrillos, a un costado de la vía, se pierde en el despejado cielo azul de un miércoles de marzo.
En el serpenteante camino, la vista panorámica del norte de Quito transmuta en un horizonte con laderas de montañas parceladas. Es el ingreso al Chocó Andino, una de las siete reservas de biósfera que tiene Ecuador.
La entrada a esta área natural muestra la vegetación propia de una altitud de 2 733 metros. Nono está en el centro de una hondonada: pequeñas casas, caballerizas, calles estrechas y muchos espacios verdes forman parte del paisaje.
El primer camino, ubicado al lado contrario del centro de Nono, es la ruta hacia La Estancia de La Campiña. Esta es el remanente de una hacienda de hace 55 años, que se convirtió en una casa-hotel.
Su calidez de hogar se refleja en cada detalle colocado en las paredes y marcos de las ventanas. Al entrar, el aroma a café recién preparado invade el salón principal. Es un olor que, en las mañanas, invita a pausar la vida para tan solo sentirlo; y en esta ocasión, con un primer sorbo, es un combustible para recorrer el sitio.
La naturaleza del Chocó
El paisaje es el acompañante intrínseco que complementa la experiencia en la estancia. Las laderas del Guagua Pichincha se sienten tan cercanas que hipnotizan. Las preocupaciones, las conexiones y el estrés de la ciudad se reducen y el juicio racional se desvanece para fluir con los vientos del bosque nublado de esta zona, conocida como “boca de montaña”.
Aquí el entorno natural genera emociones, limpia la mente y toma el control de las sensaciones. Quizás, sin querer, logra llevar al visitante a un estado de meditación informal, aquella que implica ser consciente del momento y prestar atención a los sentidos que se activan.
Esta puede darse en cualquier actividad que se realice, desde tomar una ducha o cocinar hasta internarse en un sendero en Nono para intentar encontrar a los pájaros que cantan entre los árboles de polylepis, pinos, cipreses y eucaliptos.
El avistamiento de aves, precisamente, es uno de los atractivos turísticos de la zona. Colibríes, tangaras, búhos, urracas y pavas de monte juegan entre la vegetación, esquivas a las miradas.
El 70% del suelo de esta localidad se caracteriza por ser apto para la protección y la conservación, según el análisis del Plan de Desarrollo y Ordenamiento Territorial de Quito.
De hecho, aquí reside el zamarrito pechinegro o colibrí de Quito, entre otras 21 especies. Desde La Estancia de La Campiña se puede llegar a las reservas naturales que los albergan: Verdecocha, Jocotoco o Yanacocha. Esta última está a 30 minutos del hotel.
La estancia en la montaña
Las casas de este alojamiento resaltan entre los árboles, por sus paredes blancas con troncos y tarugos de madera pintados de negro. La segunda de ellas, metros más arriba de la principal, permite disfrutar del paisaje desde un amplio balcón de madera.
Las habitaciones ofrecen la calidez de una granja campestre, por supuesto, con una chimenea.
El lugar está pensado como un espacio para relajarse y, sobre todo, para disfrutar en pareja, según cuenta Andrés Rodríguez, gerente y uno de los propietarios.
Una de las últimas innovaciones fue la implementación de un jacuzzi. Este complementa el escape romántico, un servicio único de este alojamiento en la zona.
Su historia
La Campiña era una hacienda del bisabuelo de Andrés Rodríguez. Por un tiempo, la propiedad donde funciona ahora La Estancia estuvo fuera de la familia. Hace seis años, los Rodríguez volvieron a adquirirla para conservar su historia y abrir las puertas a un turismo sostenible en el Chocó Andino.
TIPS
La temperatura media oscila entre los 14 y 15 grados centígrados. La mínima entre los 7 y 8 grados.
La habitación ‘deluxe’ con jacuzzi cuesta USD 180 por pareja. El precio promocional es de USD 160.
Ropa abrigada y cómoda. Además, zapatos para caminar y binoculares para apreciar las aves de la zona.
Si no cuenta con vehículo, hay buses que parten desde Cotocollao. Y un trayecto en taxi puede costar USD 15.
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